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El hermetismo o hermeticismo es una tradición filosófica y religiosa basada principalmente en textos pseudoepigráficos, los Hermética, atribuidos a Hermes Trismegisto (el tres veces grande),[1] una legendaria combinación helenística del dios griego Hermes y el dios egipcio Thot.[2] Los Hermética se escribieron a lo largo de muchos siglos (c. 300 a. C.-1200 d. C.), y pueden ser muy diferentes en contenido y alcance.[3]
Uno de los usos más comunes del rótulo de hermetismo es para referirse al sistema religioso-filosófico propuesto por un subgrupo específico de escritos herméticos conocido como los Hermética «filosóficos», el más famoso de los cuales es el Corpus Hermeticum (una colección de diecisiete tratados herméticos en griego escritos entre c. 100 y c. 300 d. C.).[4] Esta forma específica e histórica de filosofía hermética se denomina a veces, de forma más restrictiva, Hermetismo,[5] para distinguirla de las filosofías inspiradas en los numerosos escritos herméticos de época y naturaleza completamente diferentes.
Un término más abierto es Hermeticismo, que puede referirse a una amplia variedad de sistemas filosóficos que se basan en los escritos herméticos, o incluso simplemente en temas generalmente asociados con Hermes (más notablemente, la alquimia a menudo recibió el nombre de «el arte hermético» o «la filosofía hermética»).[6] El uso más famoso del término en este sentido más amplio es el concepto de hermetismo o hermeticismo renacentista, que se refiere a la amplia gama de filosofías modernas tempranas inspiradas, por un lado, por la traducción del Corpus Hermeticum por parte de Marsilio Ficino (1433-1499) y Ludovico Lazzarelli (1447-1500), y por otro, por la introducción por parte de Paracelso (1494-1541) de una nueva filosofía médica basada en los Hermética «técnicos» (es decir, Hermética astrológicos, alquímicos y mágicos, como la Tabla de Esmeralda).[7]
A lo largo de su historia, el hermetismo estuvo estrechamente asociado a la idea de una sabiduría divina primigenia, revelada solo a los sabios más antiguos, como Hermes Trismegisto.[8] En el Renacimiento, esto se convirtió en la noción de una prisca theologia o «teología antigua», que afirmaba que existe una teología única y verdadera que fue dada por Dios a algunos de los primeros seres humanos, y de la que aún se pueden encontrar rastros en varios sistemas de pensamiento antiguos. Pensadores como Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494) asumieron que esta «teología antigua» podía reconstruirse estudiando (lo que entonces se consideraba) los escritos más antiguos que aún existían, tales como los atribuidos a Hermes, pero también los atribuidos, por ejemplo, a Zoroastro, Orfeo, Pitágoras, Platón, los «caldeos» o la Cábala.[9] Esto pronto evolucionó hacia la idea, propuesta por primera vez por Agostino Steuco (1497-1548), de que una misma y única verdad divina puede encontrarse en las tradiciones religiosas y filosóficas de diferentes épocas y lugares, todas ellas consideradas como diferentes manifestaciones de una misma filosofía perenne universal. [10] En este contexto perennialista, el término «hermético» tendió a perder aún más su especificidad, convirtiéndose finalmente en un mero sinónimo del supuesto conocimiento divino de los antiguos egipcios, especialmente en lo que se refiere a la alquimia y la magia. A pesar de su uso ocasional de textos y conceptos herméticos auténticos, este uso genérico y pseudohistórico del término fue muy popularizado por los ocultistas de los siglos XIX y XX.[11]
Algunos de los principios del cuerpo doctrinal hermético son:[12] a) el pensamiento simbólico, b) el hombre como símbolo emblemático del mundo (relación microcosmos-macrocosmos), c) el anima mundi, d) la teoría de las correspondencias entre niveles, e) la complementariedad de los contrarios, f) la meditación como técnica de ascensión de la mente individual a la región de la Gran Mente, y g) la vida como transmutación personal. Según los hermetistas, la alquimia no sería una mera protociencia, sino un lenguaje codificado mediante símbolos que le permitirían al iniciado "acceder a una percepción de orden suprahistórico, en la cual la naturaleza y el propio hombre [...] se hallan en un estado de creación".[13]
La teoría hermética ha sido una influencia decisiva en diversas corrientes filosóficas, religiosas y esotéricas, así como en el arte, principalmente en la literatura, la música y la pintura, teniendo gran importancia durante el Renacimiento[14] y La Reforma.[15] La tradición reclama ser descendiente de una prisca theologia, idea de que existe una simple y verdadera teología, la cual está presente en todas las religiones y fue dada por Dios al hombre en la Antigüedad.[16][17]
Muchos escritores cristianos, incluyendo a Lactancio, Tomás de Aquino, Giordano Bruno, Marsilio Ficino, Campanela y Giovanni Pico della Mirandola, consideraron a Hermes Trismegisto un sabio profeta pagano que previó la llegada del cristianismo.[18][19] Sin embargo, algunos teólogos católicos[20] lo condenaron o consideraron su doctrina como una herejía, en gran medida por su secretismo iniciático y su sincretismo. Uno de los primeros en hacerlo fue Agustín de Hipona en su obra La Ciudad de Dios.[21]
El libro Poimandres, del cual Marsilio Ficino formó su opinión, establece que a Hermes "le llamaban Trismegisto porque era el filósofo más grande, el sacerdote más grande y el rey más grande".[22] La enciclopedia bizantina Suda (siglo X) establece que: "Era llamado Trismegisto a cuenta de su alabanza hacia la trinidad, diciendo que hay una naturaleza divina en la trinidad".[23]